Todos son creyentes hasta que…

He estado escuchando muy frecuentemente la frase «Todos son ateos hasta que el taxi se va en otra dirección que la que le dices» (estoy parafraseando).Creo que esta frase, aunque tiene más la intención de ser un comentario divertido, deja ver mucho sobre la concepción que un creyente tiene sobre el ateísmo. Y sospecho que esta forma de verlo no es la más apropiada.

Al menos en mi caso, creo que sería muy extraño que eso -o una situación similar -me pasara. He tenido experiencias de estrés, como todo mundo, y algunas han salido bien libradas y otras no tanto. Como todo mundo. Y entiendo que en esas situaciones de estrés un creyente recuerde a Dios, y recuerden que pueden apelar a su gracia, misericordia o cualquiera que sea en su experiencia personal el principal adjetivo que le quede. También entiendo cómo ese paradigma puede hacer que un creyente imagine que a un ateo también en un momento crítico se le encienda ese deseo de invocar a Jesús, Alá, Buda (como Homero Simpson: «Los amo a todos!!»).

Pero no, en esos momento críticos no me acuerdo de Dios o ningún miembro de su corte. A como yo lo veo -y en este punto creo que el ser ateo o creyente es completamente irrelevante -siempre en una situación crítica, digamos lo del taxi, tenemos dos estados: (1)tomamos todo el control que se pueda sobre la situación o (2)  nos rendimos a la situación y esperamos que alguien se compadezca y nos ayude (ya sea Dios, un policía o una situación incontrolable). Cuando el primero se agota, recurrimos al segundo.

El ejemplo del taxi es de hecho uno muy bueno, por que es de esas situaciones en el que el control disponible es muy limitado y que no es posible ganar, solamente se puede intentar minimizar pérdidas. Algunas personas tal vez tengan habilidades que les permitan hacer algo al respecto (fuerza?, habilidad de convencimiento?), pero al final de cuentas esta es una de las situaciones en el que el escaso control de la situación se desvanece muy rápido y es ese el punto en el que entra la ayuda divina.

Y es en ese punto en el que los creyentes, al reconocer el poco control que tienen, recurren a quien ellos piensan que si lo tiene: Dios. Pero yo como ateo no lo llego a recordar, puedo reconocer que tengo poco control, pero no me acuerdo de nadie pues no lo estoy buscando. Es como si fueras el dueño y gerente de una empresa, a diferencia de ser empleado: un empleado, al tener poco margen de maniobra recurre a su superior, un gerente sabe que no hay nadie en su organización a quién recurrir, que todo está sobre sus hombros.

Así es la sensación de ser ateo. Yo no juzgo a los creyentes en verdad, por que sé que esa responsabilidad sobre si mismo es abrumadora en un inicio y liberadora en el resto del tiempo. Pero ese periodo en que abruma no es fácil de aguantar y comprendería si muchas personas no lo quisieran aceptar. En ese contexto las iglesias tienen sentido: ofrecen un bien de alto valor al quitar ese gran peso de encima.

Al librar la situación, sea como haya sido, lo más común es también agradecer a Dios. Pero yo tengo muchas personas reales a quiénes agradecer antes de pensar en dioses. Le agradezco a la estructura social, que aunque defectuosa, ayuda en mucho a librar muchos de los problemas con relativa facilidad. Agradezco a mis conocidos y a desconocidos que hayan apoyado en la situación, a los ingenieros, médicos o lo que sea necesario.